Se cansan los discursos de papel.
Se cansan los pies sin rumbo.
Se cansan las manos de no buscarte.
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Las noches ya no supuran dolor y menos, sufrimiento.
Me gusta el estado alcohólico de mi alma roída.
Me curé del tiempo y me interné en el bosque; comencé por no padecer.
Corté las cadenas que me ataban a otra felicidad.
Gracias, me voy buscando-me a paso lento.
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Me encuentro en cada palpitar,
Desato las cuerdas de mis botas,
Voy por helado al mismo lugar...
Arena y agua de mar están esperando al final del camino,
La hamaca, el librero, mis amantes cotidianas (flacas queridas).
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Todos los días despierto a la misma hora,
3 de la madrugada, hola ¿a quién estás buscando?,
Aquí no hay nadie y el perro es el dueño de la cama,
Me toca pedirle permiso para acurrucarme a su lado. Es suficiente.
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Se agota la tinta de regarse.
Se rompen los zapatos de andar-té.
Se enfrían las manos.
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